MARATÓN VALENCIA 2017

Noviembre de 2017.

 Ya estoy aquí, es el gran día. 8 semanas de trabajo me han traído a este punto, a esta parcela de 10x10 m. donde ahora troto ligeramente para mantenerme caliente en esta fresca mañana de noviembre en la capital Valenciana. Estoy en el cajón de salida sub 3hs. Mi objetivo para éste, mi segundo maratón. Ya no vengo a presentarme a la distancia, vengo a conquistarla.
 Ayer recogí el dorsal en estas mismas instalaciones del Museo de las Artes y las ciencias. Un macrocomplejo blanco impoluto coloreado esta vez por miles de personas que corretean de un lado a otro, haciéndose fotos, posando con este cartel o con este arco… 
 Hay que recoger el dorsal en el primer piso del museo, recorrer todos los stands de merchandising hasta dar con el puesto correspondiente y luego ir al bajo y andar otro pasillo atestado con mas mercancías correnderas para que te entreguen la bolsa del corredor. Una bolsa muy generosa plagada de artículos enfocados al deporte y alguno para otros usos.
 Hay mucho espíritu comercial mezclado con el deportivo.
 El día de la carrera, dejo a mis guajes saltando en la cama de la habitación del hotel y a mi mujer maldiciendo la tempranera hora. Me dan sendos besos y me voy trotando a la salida. Habíamos llegado el día antes y pernoctamos en un modesto hotel cerquísima de la salida.
 Busco mi cajón. Me lleva unos minutos. Sigo las señales y me meto en la “jaula”.
 Veo a gente de multitud de nacionalidades. Unos ríen despreocupados, o eso aparentan, y otros calientan concentrados girando sinfín en este “pequeño mundo”.
 Un cartel publicitario reza: “Es otoño, espabila”. Muy propio.
 Ya se acerca la hora. Nuestra hora. La de mis compañeros de cajón. Otros cajones mas lentos saldrán unos minutos después.
 Son las 8 30h. Las camisetas y los ponchos de plástico vuelan por encima de la valla.
 ¡Salimos! Detrás de mi hay 20 000 almas, 20 000 sueños. Aun estando bien arriba me lleva unos 25 segundos llegar a la línea de salida ¡Voy “enlatado” los 2 primeros kms! 
 Esquivo a uno a otro, busco un sitio cómodo y oteo el horizonte para encontrar la “veleta” de la liebre que aquí llaman práctico.
 Me pego a él. Marca las 3hs. Va a un ritmo alto en estos primeros compases caóticos. También debe encontrar su sitio. Vamos a 4 08/km de media.
 En el km 5 recula, yo le veo irse para atrás. Yo me encuentro cómodo. Sigo en mi sitio. Ya estoy rompiendo mi plan conservador. Incumpliré la promesa que le hice a mi compañero maratoniano Víctor.
 Antes de la salida había sentido pequeñas ganas de orinar pero lo deje pasar. Ahora en el km 7, habiendo bebido en el km 5 esa sensación es mas apremiante.
 Debo hacer algo, pero no quiero perder un segundo, ni quiero parar mi buen ritmo que ya roza el 4 06/km.
 Km 10 Se van despejando las calles, los corredores se distancian. No así las aceras, mucha gente anima con ganas.
 Segundo avituallamiento. Cojo una botella y me decido a liberar mi presión vesical. Abro poco a poco compuertas y me aclaro disimuladamente con el agua. ¡Qué alivio!
 Ya estoy con todos los sentidos de nuevo en la carrera. Voy fuerte. Ninguna molestia me distrae. Pero voy solo. No me gusta. Debo buscar un compañero de viaje. Ya que he pasado de la liebre sub 3h tengo que encontrar alguien que me lleve por el buen camino, dado mi conocido ritmo irregular.
 Me fijo en éste, se me va, veo a ese otro, no parece fuerte, miro a aquel de la derecha, no me convence…
 Veo a un fibroso corredor de cabeza pelada. En su camiseta luce logo de una clínica.  Algo del gremio. Puede ser el elegido. Entablo conversación con él. Va a por un gran tiempo 2h 53’. Lleva una pulsera con todos los tiempos de paso. Es un corredor muy experimentado. 27 maratones en sus ágiles piernas.
 Km 12. Ya he comido mi primer gel. A los 40’ de carrera. Repetiré sucesivamente este intervalo.
 Ahora voy a la par con el de “la clínica”. Hemos seguido aumentando ritmo. Casi inapreciablemente me ha colocado en tiempo de 2h 53’. Vamos como un reloj.
 Pasamos por el km 15 en 1h 02. El recorrido es impresionantemente llano, ni una leve cuesta, ni el mas mínimo repecho. ¡Ni baches hay!
 Sigo bebiendo cada 5km. Ahora ya con el agua mezclo un vaso de isotónico. 
 Han pasado otros 40’ ingiero un gel. El estómago marcha. Ningún problema.
 Por una calle de la que no recuerdo el nombre veo a Chema Martinez portando un micrófono de TVE y una gran sonrisa. Me acerco a él eufórico, le llamo y choco mi  mano con la suya.
 ¡Los pelos de punta!

 Todo el recorrido es una gran fiesta. A parte de la gente de a pie, hay todo un despliegue de pequeños grupos de animación: dj’s, bandas de música, animadores disfrazados, grupos falleros, gente disfrazada de cheerleaders, cocineros de paella..
 Así se pasan los kms, pasa el maratón, la distancia va madurando. Pasa de niño alocado a adolescente imprudente y a adulto serio. El medio maratón.
Cruzamos el ecuador en 1h 26 30”. Llevo ya ciertos metros de mas respecto a la cartelería que marca el recorrido. 200 mtrs en este momento.
Sigo al lado de mi compañero de la clínica, hacemos algún comentario de vez en cuando.
 Hablamos del momento crítico. El km 30. Le aviso que a este ritmo llegaré con él a ese punto y y luego ya se verá. Me anima y me dice que aguante hasta el 35 que luego hay una leve bajada que ayudará a sobrellevar ese trance.
 Km 25 más agua, mas isotónico. Unos minutos más y como otro gel. No me salgo del guión en este aspecto.



 No tengo sensación de hambre ni de sed.
 Vamos adelantando corredores a una velocidad pasmosa. La segunda parte del maratón hace mella bien temprano.
 Veo a un japonés, en el que me había fijado cuando estaba en el cajón, caminar apesadumbrado junto a una chica por la acera derecha.
 Van cayendo corredores. Oímos detrás los gritos de un corredor. Salen por su garganta las decenas de horas de entrenamiento sufridas para llegar a este momento. Frustración.
 Por otro lado sigo contemplando y disfrutando del ambiente y sorprendido del ritmo que marca mi reloj. No se mueve del 4 03/km de media.
 Una chica salta junto a su novio para darle ánimos ¡cómo lo está viviendo! Él le devuelve una sonrisa. Hace unos 50 metros con él y lo deja a su suerte.
 Siguiente avituallamiento km 30. Matemático o psicológico, no lo sé, pero empiezo a sentir tensión en las piernas. Le comento al de “la clínica” que aquí nos separamos. Me vuelve a recordar que debo tener cabeza para seguir hasta el 35.
 Aguanto 2kms más a su lado.  Nos separamos, pero no porque mi ritmo enlentezca sino que él acelera.
 Este momento coincide con la única subida de la carrera. Vamos ganando un puñado de metros hasta el km 35.
 Yo sigo con mi 4 03/km. El que me llevará a esos inimaginables 2h 53’. 
Veo al que fue mi compañero durante 21kms. alejarse.
 Me siento huérfano. Estoy solo rodeado de decenas de corredores y cientos de espectadores. Sólo el asfalto y el horizonte. Veo camisetas danzando delante de mi. Colores moviéndose. Pero yo sólo pienso en el dolor que crece en mis músculos.
 No veo ya la ciudad. Solo el crono. Miro el reloj cada 20 segundos. Lo vigilo como un padre a su hija adolescente
 -No cambies “4 03/km”, por favor no te muevas. Le ruego al reloj. 
 Me propongo llegar al 35, 3 kms nada más. 
 Llego hasta ese objetivo. La emoción se apodera de mi cuando cruzo algún paso en el que me animan por mi apodo: El whoper. Me gritan también: “asturiano”
 Todo me llega al alma. El cuerpo esta débil y la mente lo siente. Me siento vulnerable. Aparecen las primeras lágrimas.
 Sollozo mientras pienso en mi siguiente meta volante. Km 37. 
 La alcanzo y el crono sigue anclado en el 4 03. Me dan ganas de acercarlo a la oreja como uno de esos relojes antiguos de cuerda. ¡No puede estar bien!
 Me quedan solo 5 míseros kms para alcanzar la gloria.
 Siguiente punto. A por el 40km. Y luego a disfrutar. 
 Mi figura ahora mismo, vista desde fuera, debe estar totalmente descompuesta. Cada pisada me imprime una tensión bestial en cada músculo de las piernas. Parece que el asfalto ha endurecido. Ya no floto. Choco contra el suelo.
 Es una pelea contra el firme. No me quiere sobre él. Le molesta mi presencia.
 Km 40. Estoy en el limbo de la carrera. Solo veo la meta. No me importa nada más.  Si cayera un proyectil de 40 megatones en la plaza mas próxima yo sólo querria cruzar ese arco negro.
 Curva a izquierdas. Ya he pasado el maratón por mi reloj. Aun me quedan 500 metros. Es muy cruel.
 Veo a un corredor en el suelo, mareado. Le eleva las piernas un voluntario.
 El esfuerzo es brutal. Por suerte el calor no ha sido un factor determinante. La temperatura ronda los 14º
 Pocos metros después mas dramas. Este es especialmente crítico. Dos corredores llevan literalmente a rastras a otro. No puede dar un paso. Un gesto que quiere ser solidario pero a mi entender es temerario. Todo un riesgo para la salud.
 Giro a derechas y veo a mi familia. Chillan enloquecidos mi nombre. Choco la mano de Quique. Qué emoción. Más lagrimas en mi rostro.
 Y ya enfilo la preciosa pasarela azul. Azul del color del cielo. Así estoy. Entrando en el cielo.


Levanto los brazo con el índice en alto, tiro el puño hacia adelante. Hago todos los gestos que se me ocurren para liberar la tensión. 

Exploto de alegría cuando cruzo el arco con los brazos en lo alto con el crono sobre mi marcando unos espectaculares 2h 53’ 15”. 

¡¡¡Increible!!!! El Maratón es La Carrera. Ha sido espectacular. Hago el puesto 635º de casi 20 000 corredores. Veterano A 171º.
 Me paro, me agacho y grito. Me tapo las manos con la cara y sigo sollozando.
 Doy un paso y noto el dolor más fuerte que he sentido jamás. Desde la cadera hasta la punta de los dedos. Es como si me hubieran apalizado cada centímetro de mis piernas.
 Camino renqueando. Recojo la medalla. Me siento y disfruto de unas sabrosas mandarinas que para eso estamos en Valencia. Valencia, siempre en mi recuerdo.
Un abrazo y hasta la próxima temporada!




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